La odisea de la lactancia exclusiva o cómo sobrevivir a las primeras semanas con éxito
Lo sé, lo sé, parece que hayan pasado siglos desde la última vez que nos leímos. Mis canas y yo al menos tenemos esa sensación. Pero es que, queridas lectoras mías, no os escribo desde el manicomio pero poco me ha faltado. Lo que sí es cierto, y no lo digo por echarme flores sino por que me excuséis las faltas de ortografía, es que estoy escribiendo estas líneas en un teléfono. Con la mano derecha. Y además soy zurda. ¡A ver quién es la lumbrera que adivina qué tengo en la otra mano! Pues sí señoras y señores, llevamos ya un par de meses de lactancia exclusiva, y cabe destacar que es una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. ¿El examen aquél de matemáticas, sí, ese que tenía sólo letras? No. Esto ha sido PEOR. Sí, sí, vale, la lactancia es muy sana y muy bonita. Pero, al menos para mí, hasta que no pasas del tercer mes se parece más a una tortura que a esas fotos idílicas que te enseñan en las charlas matronales. Es algo que casi nadie te dice (porque, una vez nacido el niño, prefieren decirte "que no tienes leche"). Y es por eso que voy a arriesgar un diagnóstico de túnel carpal para airear mis quejas contra la naturaleza y contra los (casi)profesionales médicos que me he cruzado en estos meses. O mejor dicho, contra las básculas de bebés y el demonio que las inventó. Me paro un minuto para escribiros un par de consejos para la lactancia materna, para sobrevivir a los primeros meses y, sobre todo, consejos para utilizar un sacaleches sin acabar desesperada.
A Arandanita Grande no pude darle el pecho y me tuve que conformar con la compañía de un sacaleches doble cada tres horas, cada día y cada noche de muchos largos meses. Mientras escuchaba el chup-chuuup de mi querido sacaleches -doble- de madrugada solía fantasear con lo fácil que debía de ser dar de mamar como cualquier otra mamífera. Y más aún cuando me veía obligada a dar un biberón en público y alguna talibana de la lactancia me juzgaba sin saber que no me había quedado otra opción. Y no, no era porque no tenía bastante leche, ni porque mi leche "no valía" (todo eso me lo han dicho ya), sino una de las rarísimas excepciones que prácticamente nadie conoce y que prefiero dejar de lado.
Y curiosamente, a pesar de sentirme injustamente juzgada, yo hacía lo mismo sin quererlo, porque claro, la lactancia es la opción más sana y más natural, y yo tenía Un Buen Motivo pero las demás daban el biberónpor pura pereza porque no habían sabido buscar a nadie que les apoyara al principio. Lo sé, lo sé, era una actitud horrible, y lo reconozco. Y a lo mejor por eso, El De Arriba decidió darme una lección a la segunda.
Entonces llegó Arandanita Pequeña y con ella una nueva lección vital:
1. No juzgues a los demás sin conocer sus circunstancias (teóricamente, esto ya lo sabía).
Y aparte un montón de conocimientos prácticos sobre la lactancia que todas deberíamos aceptar:
2. Por mucho que dar el pecho sea lo más natural eso no quiere decir que sea lo más fácil.
3. Se me dan mejor los exámenes de matemáticas que alimentar humanos en miniatura con leche materna. Será porque para lo primero se necesita menos fe. Sí, sí, FE. La primera vez que me dijeron que para dar el pecho hay que "creer" en ello me reí. Ahora ya no me río: ¿cómo si no puedes confiar en que tu bebé se está alimentando si no puedes VER la leche?
4. La mayoría de mujeres puede dar el pecho pero muchas necesitamos cantidades inconmensurables de apoyo y comprensión para que lamaldita leche salga cuando debe y el bebé se digne bebérsela sin quedarse dormido (o morderte). Y eso depende de ti pero también de tu marido, de tu madre, de tu suegra y del resto de tus hijos.
5. La ley de la oferta y la demanda es como La Biblia de la lactancia, y hay que respetarla siempre y sin excepción. Y es agotador. A veces los bebés tienen días en que quieren comer cada cinco minutos. Pues hay que respetarlo.
6. Hay bebés que comen despacio, igual que hay adultos que comen despacio, pero no por eso están desnutridos. Es más que disfrutan del slow-food, que está muy de moda hoy día, pero claro, vivimos en un mundo en el que todo lo que sea lento no tiene lugar para existir.
7. Hay bebés que empiezan a ganar peso más tarde, pero mientras vayan ganando dentro de lo normal, no hay que ponerse histéricos. No hagas como yo, que cedí a aquello de pesar al bebé después de cada toma, después de cada respiración, en mis sueños, haciendo cálculos con la calculadora, preguntándome si al eliminar los gases también podía perder peso porque no me salían las cuentas... (verídico. Ahora me río, pero entonces... mejor dejémoslo).
8. Hay muchos ¿profesionales? que te dan consejos anticuados, te suben los niveles de estrés, y te antiayudan. Es un arte distinguir cuál es cuál. Yo tuve la mala suerte de que cierta trabajadora de la sanidad pública me dio muchos y muy variados consejos horribles y por suerte al final conseguí una dula que me sacó de la miseria.
9. Hay que pedir consejo y ayuda a todo aquél que esté capacitado para darlo, perder la vergüenza, pedir favores y estar preparado para gastarse algunos euros en consultoras. ¡No te preocupes, te los ahorrarás después en leche de fórmula!
10. Hay que pedir ayuda a un profesional de la lactancia CUANTO ANTES. Una alternativa son los grupos de madres por la lactancia, tipo Facebook, pero yo me tomaría los consejos de esos grupos con calma y meditación porque algunas son un poco extremas, y en algunos casos los bebés pueden tener problemas si uno actúa a tontas y a lo loco (y además algunas parece que en vez de ayudarte te quieren comer viva por haber cedido a dar un biberón... como si fuera pecado mortal y razón suficiente para mandarte al infierno de las madres horribles...). Mejor acudir a una reunión de la liga de la leche, o mejor aún conseguir una doula postparto, como comentaba arriba.
11. Fenogreco y shatavari. Polenta, avena y cerveza sin alcohol. Repite el mantra. Tómalos todos los días. Son mis galactólogos preferidos.
12. Y por último: si das un biberón, o dos, esporádicamente cuando ya estás al borde de la histeria y no puedes más, tu niño va a sobrevivir, las placas tectónicas no van a chocar y las talibanas de la lactancia no van a venir a tu casa a quemarte en una hoguera por hereje. Es tu niño, tus ojeras y tu vida. Aunque cabe recomendar sacarse leche al menos cinco minutos con un sacaleches, para que los pechos sepan que el niño tenía hambre, ya sabes, la dichosa ley de la oferta y la demanda.
No voy a aburriros con mis vicisitudes pero os diré que en el estado de Arandanolandia es muy común que se merienden la lactancia de toda madre poco segura de sí misma a base de pesarte al bebé cada cinco minutos y comparar los resultados con tablas estandarizadas. Y si a tu niño se le ocurre engordar a un ritmo diferente te sueltan el temidísimo veredicto:
"No tienes leche."
Y por mucho que hayas leído que eso es casi imposible, y que hay que respetar la ley de la oferta y la demanda, y que la naturaleza es perfecta... te entra el canguelo y no puedes evitar pensar: ¿y si ese 0.001% soy justo yo? Y si esta señora de la bata / mi vecina / mi suegra / esa del fórum de internet tiene razón y mi niño se va a quedar escuálido por mi culpa? (Menos mal que no les comenté que además era herbívora, que si no me habría comprado la leche de fórmula ya antes de la visita).
En fin queridos míos, mis neuronas faltas de sueño os piden perdón por esta perorata, pero de verdad, de verdad, creo que toda lactante primeriza debería saber todo esto, porque yo misma he estado ya cien veces al borde de tirar la toalla y si no fuera por varias personitas que estuvieron ahí probablemente lo habría hecho. Y ya, tampoco habría sido una catástrofe mundial, pero me habría entristecido bastante. Así que, quienes sois ya lo sabéis, y os mando un fuerte abrazo.
Y ánimo para las que estáis al principio de la lactancia... ¡con el tiempo se vuelve más fácil! Quien no me crea que vuelva al punto 3: ¡es cuestión de fe! Espero que mis consejos te sirvan de ayuda con la lactancia exclusiva, o mixta, o lo que decidas, y pase lo que pase recuerda siempre que eres una buena madre, que siempre lo serás, y que da igual lo que digan los demás mientras sepas en tu corazoncito que te estás esforzando por darle lo mejor a tu hijo/a.
Sacarse leche nunca ha sido ni fue tan idílico como en las fotos. Imagen cortesía de Medela / Amazon. |
A Arandanita Grande no pude darle el pecho y me tuve que conformar con la compañía de un sacaleches doble cada tres horas, cada día y cada noche de muchos largos meses. Mientras escuchaba el chup-chuuup de mi querido sacaleches -doble- de madrugada solía fantasear con lo fácil que debía de ser dar de mamar como cualquier otra mamífera. Y más aún cuando me veía obligada a dar un biberón en público y alguna talibana de la lactancia me juzgaba sin saber que no me había quedado otra opción. Y no, no era porque no tenía bastante leche, ni porque mi leche "no valía" (todo eso me lo han dicho ya), sino una de las rarísimas excepciones que prácticamente nadie conoce y que prefiero dejar de lado.
Y curiosamente, a pesar de sentirme injustamente juzgada, yo hacía lo mismo sin quererlo, porque claro, la lactancia es la opción más sana y más natural, y yo tenía Un Buen Motivo pero las demás daban el biberón
Entonces llegó Arandanita Pequeña y con ella una nueva lección vital:
1. No juzgues a los demás sin conocer sus circunstancias (teóricamente, esto ya lo sabía).
Y aparte un montón de conocimientos prácticos sobre la lactancia que todas deberíamos aceptar:
2. Por mucho que dar el pecho sea lo más natural eso no quiere decir que sea lo más fácil.
3. Se me dan mejor los exámenes de matemáticas que alimentar humanos en miniatura con leche materna. Será porque para lo primero se necesita menos fe. Sí, sí, FE. La primera vez que me dijeron que para dar el pecho hay que "creer" en ello me reí. Ahora ya no me río: ¿cómo si no puedes confiar en que tu bebé se está alimentando si no puedes VER la leche?
4. La mayoría de mujeres puede dar el pecho pero muchas necesitamos cantidades inconmensurables de apoyo y comprensión para que la
5. La ley de la oferta y la demanda es como La Biblia de la lactancia, y hay que respetarla siempre y sin excepción. Y es agotador. A veces los bebés tienen días en que quieren comer cada cinco minutos. Pues hay que respetarlo.
6. Hay bebés que comen despacio, igual que hay adultos que comen despacio, pero no por eso están desnutridos. Es más que disfrutan del slow-food, que está muy de moda hoy día, pero claro, vivimos en un mundo en el que todo lo que sea lento no tiene lugar para existir.
7. Hay bebés que empiezan a ganar peso más tarde, pero mientras vayan ganando dentro de lo normal, no hay que ponerse histéricos. No hagas como yo, que cedí a aquello de pesar al bebé después de cada toma, después de cada respiración, en mis sueños, haciendo cálculos con la calculadora, preguntándome si al eliminar los gases también podía perder peso porque no me salían las cuentas... (verídico. Ahora me río, pero entonces... mejor dejémoslo).
8. Hay muchos ¿profesionales? que te dan consejos anticuados, te suben los niveles de estrés, y te antiayudan. Es un arte distinguir cuál es cuál. Yo tuve la mala suerte de que cierta trabajadora de la sanidad pública me dio muchos y muy variados consejos horribles y por suerte al final conseguí una dula que me sacó de la miseria.
9. Hay que pedir consejo y ayuda a todo aquél que esté capacitado para darlo, perder la vergüenza, pedir favores y estar preparado para gastarse algunos euros en consultoras. ¡No te preocupes, te los ahorrarás después en leche de fórmula!
10. Hay que pedir ayuda a un profesional de la lactancia CUANTO ANTES. Una alternativa son los grupos de madres por la lactancia, tipo Facebook, pero yo me tomaría los consejos de esos grupos con calma y meditación porque algunas son un poco extremas, y en algunos casos los bebés pueden tener problemas si uno actúa a tontas y a lo loco (y además algunas parece que en vez de ayudarte te quieren comer viva por haber cedido a dar un biberón... como si fuera pecado mortal y razón suficiente para mandarte al infierno de las madres horribles...). Mejor acudir a una reunión de la liga de la leche, o mejor aún conseguir una doula postparto, como comentaba arriba.
11. Fenogreco y shatavari. Polenta, avena y cerveza sin alcohol. Repite el mantra. Tómalos todos los días. Son mis galactólogos preferidos.
12. Y por último: si das un biberón, o dos, esporádicamente cuando ya estás al borde de la histeria y no puedes más, tu niño va a sobrevivir, las placas tectónicas no van a chocar y las talibanas de la lactancia no van a venir a tu casa a quemarte en una hoguera por hereje. Es tu niño, tus ojeras y tu vida. Aunque cabe recomendar sacarse leche al menos cinco minutos con un sacaleches, para que los pechos sepan que el niño tenía hambre, ya sabes, la dichosa ley de la oferta y la demanda.
No voy a aburriros con mis vicisitudes pero os diré que en el estado de Arandanolandia es muy común que se merienden la lactancia de toda madre poco segura de sí misma a base de pesarte al bebé cada cinco minutos y comparar los resultados con tablas estandarizadas. Y si a tu niño se le ocurre engordar a un ritmo diferente te sueltan el temidísimo veredicto:
"No tienes leche."
Y por mucho que hayas leído que eso es casi imposible, y que hay que respetar la ley de la oferta y la demanda, y que la naturaleza es perfecta... te entra el canguelo y no puedes evitar pensar: ¿y si ese 0.001% soy justo yo? Y si esta señora de la bata / mi vecina / mi suegra / esa del fórum de internet tiene razón y mi niño se va a quedar escuálido por mi culpa? (Menos mal que no les comenté que además era herbívora, que si no me habría comprado la leche de fórmula ya antes de la visita).
En fin queridos míos, mis neuronas faltas de sueño os piden perdón por esta perorata, pero de verdad, de verdad, creo que toda lactante primeriza debería saber todo esto, porque yo misma he estado ya cien veces al borde de tirar la toalla y si no fuera por varias personitas que estuvieron ahí probablemente lo habría hecho. Y ya, tampoco habría sido una catástrofe mundial, pero me habría entristecido bastante. Así que, quienes sois ya lo sabéis, y os mando un fuerte abrazo.
Y ánimo para las que estáis al principio de la lactancia... ¡con el tiempo se vuelve más fácil! Quien no me crea que vuelva al punto 3: ¡es cuestión de fe! Espero que mis consejos te sirvan de ayuda con la lactancia exclusiva, o mixta, o lo que decidas, y pase lo que pase recuerda siempre que eres una buena madre, que siempre lo serás, y que da igual lo que digan los demás mientras sepas en tu corazoncito que te estás esforzando por darle lo mejor a tu hijo/a.
¿Eres zurda? 😄
ResponderEliminarÁnimo, los primeros meses no son fáciles pero eres una campeona y ya has pasado lo más duro. Ya has conseguido más que yo! Con el pequeño estuve tres años pero al mes y medio ya era LM.
Seguro que la arandanita mini te lo agradecerá, pero no te agobies. ;)
Con LM quería decir mixta.
EliminarMucho ánimo! Estoy segura que lo estás haciendo muy bien, eres una campeona.
ResponderEliminarMuchos besos y sigue tu instinto, que tu eres su mamá y la irás conociendo cada día mejor y sabrás lo que necesita mejor que nadie.
Muak!
Enhorabuena! Me había perdido el anuncio y me entero ahora de que ya eres mamá por partida doble! Muchos besos!
ResponderEliminarEnhorabuena! Me había perdido el anuncio y me entero ahora de que ya eres mamá por partida doble! Muchos besos!
ResponderEliminarRecuerdo que pensé lo mismo que tú en el punto 2, que a veces no es fácil aunque sea lo mejor y más natural. Yo me acordé de todas las veces que juzgué sin experiencias y comprendí a muchas mujeres que tiran la toalla. Pero ahora que te escribo con la bebé enganchada en la teta, me alegro de que mi asignatura pendiente sea que aprenda a coger el biberón, jajaja
ResponderEliminarLa lactancia exclusiva brinda al bebé nutrientes esenciales y fortalece el vínculo madre-hijo. Además, protege contra enfermedades y alergias. Un acto de amor que promueve un desarrollo saludable y emocional en los primeros meses de vida.
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